El superclásico es el evento del fútbol local que más expectativas genera y que más espectadores reúne. Pero este fenómeno ha cruzado los límites de la República Argentina. Ya no paraliza solamente a los habitantes de Capital Federal y las provincias, la pasión con la que se vive este partido ha cruzado el Océano Atlántico y ha originado entre los europeos el interés de presenciar dicho espectáculo.
El club Boca Jrs., conciente de la popularidad que posee en otros países, ha decidido hace mucho tiempo aprovechar esta posibilidad de recaudar unos pesos más vendiendo una cierta cantidad de entradas en euros.
Pero si la misma dirigencia del club argumenta que la capacidad que dispone su cancha no es la suficiente como para permitir la entrada a todos sus socios ¿cómo puede ser que exista la posibilidad de ofrecer una entrada, para el partido más importante, a un sujeto que sólo desea ver este acontecimiento por curiosidad, como quien va de vacaciones a las cataratas del Iguazú?.
Esto es solo una muestra más de la concepción de “club” que tienen algunos de los dirigentes de nuestro fútbol. Aquellos que, cómo si fueran un dibujo animado, tienen signos de dólar en vez de pupilas y que tan mal le hacen al deporte más lindo del mundo.
Aguante los partidos en “La Plaza” que se ven amontonados al borde del lateral, los hinchas que son jugadores y los jugadores que son hinchas.
Aguante ese amateurismo extremo que nada tiene que ver con el negocio repugnante que genera que los jugadores de nuestra selección estén más cerca de decir “¡Oye tío!” que “¡Che, boludo!”.
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